Escribir sobre la historia del café es acudir a la memoria de lo que nos hace colombianos. Pues cuando uno se pone en la tarea de examinar su identidad, son nuestras raíces cafeteras campesinas las que reclaman por su papel en la narrativa histórica nacional.
Tomado de: Universidad Nacional de Colombia : Sede Medellín - Con nueva publicación la Sede conmemora los 150 años de la U.N.
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Darle respuesta a la pregunta de cuándo llegó el café a Colombia basa su complejidad en la propia incertidumbre e inexactitud de varios registros históricos, sin embargo, prestigiosos autores como Renzo Ramírez Bacca, PhD en Historia de la Universidad de Gotemburgo (Suecia) y expresidente de la Asociación Colombiana de Historiadores, quien ha concentrado sus estudios en el sector agro y caficultor; ubican la llegada del café alrededor de 1723. Por estos años, las primeras semillas de café son transportadas a través de la Guayana holandesa por grupos de jesuitas, llegando a Colombia por el río Orinoco. Es aquí cuando el café hallaría en el clima trópico propio del país, las características ideales como para que, en 1741, ya se encontrara repartido en regiones como Santa Marta, Riohacha, Girón Santander, Ocaña, Socorro e incluso Boyacá.
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El café fue espectador y actor en los periodos más relevantes de la historia de Colombia, pues en la segunda mitad del siglo XVIII, hacia 1785, ya se dejan ver lo que serían prácticas agro-comerciales con Guayana Francesa y Jamaica. De igual modo, el campesinado colombiano pudo experimentar en este periodo tardío del virreinato, con distintos sectores agro, tanteando su rendimiento productivo, lo que significó una expansión en cultivos de café. Es más, en esta época evidenciamos los primeros manuales que para entonces ya enseñaban las técnicas del cultivo, principalmente difundidos por comerciantes urbanos en Rionegro y Marinilla. Para este entonces una prematura identidad cafetera se empezaba a sentir por parte de un sector del campesinado colombiano, potenciada además con nuestras primeras exportaciones de grano.
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Los primeros indicios de exportación de grano, dice Ramirez Bacca, los vemos entre 1800 y 1810, siendo las regiones protagonistas Cúcuta y Salazar de las Palmas que geográficamente eran dependientes del golfo de Maracaibo. Fue ahí donde da inicio la primera fase de la exportación a mercados internacionales, “luego vendrían los procesos de la guerra de independencia, donde el país entra en un caos total. De hecho, no tenemos historia fiscal desde 1810 hasta 1821, sin embargo, el libertador Simón Bolívar, si tenía expectativas respecto al café”, refiriéndose al potencial agroeconómico con el que ya era visto el café durante la época del virreinato.
Tomado de: La bebida del diablo: Historia económica y política del café en Colombia | Revista Credencial.
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Es así como llegamos al siglo XIX, siglo que dividió la historia del café en Colombia. Para la primera mitad, políticas liberales ayudaron a la expansión de terrenos baldíos haciéndolos productivos, es en esta época en donde una tercera parte de todas las tierras productivas del país estaban adornadas de café. Para el catedrático, es claro que actores cafeteros han sido ignorados por la historia, y cuyo trabajo en la expansión del café debe ser reconocido. “Creo que la literatura ha sido muy androcéntrica, en como ha resaltado el papel de las mujeres y los niños. Ante la escasa población que se daba en estos tiempos, era muy importante considerar esos núcleos familiares que eran fundamentales para las labores del café”. La mujer campesina como núcleo familiar cafetero, además, toma relevancia, en la segunda mitad del siglo, cuando las problemáticas del olimpo radical junto con la Guerra de los Mil Días, fractura la historia del café y su campesinado.
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Para 1880, en un escenario de Regeneración, y a causa de la guerra de los Mil Días, cientos de hectáreas serían arrasadas. Fue la mujer y la familia que, aferrándose a su tierra y su identidad cafetera, lograron que este producto no decayera al nivel que pudo haberlo hecho, a esto se suma la manera en que el régimen de la Regeneración promovió el negocio del café. Estos disturbios sociopolíticos causaron uno de los movimientos migratorios más grandes por los que pasaría el campesinado cafetero. Para finales de la segunda mitad del siglo XIX y viviendo las consecuencias de lo que hoy se considera una de las guerras más cruentas en la historiografía latinoamericana, veríamos una expansión de hectáreas de café, en el que entraría a jugar un papel fundamental los Estados Unidos.
“Creo que la literatura ha sido muy androcéntrica, en como ha resaltado el papel de las mujeres y los niños. Ante la escasa población que se daba en estos tiempos, era muy importante considerar esos núcleos familiares que eran fundamentales para las labores del café”
Siglo XX
Después de la “Primera Guerra Mundial”, en 1918 el panorama mundial había tomado un nuevo rumbo. Mientras Europa se encargaba de repartir sus escasos recursos en la reconstrucción de sus infraestructuras y a su vez trataba de restablecer sus instituciones. En occidente, la victoria de la Triple Entente, le permitió a Estado Unidos usar las ganancias recaudadas del conflicto bélico, para hacer inversión industrial e internacional. Esto explica cómo hasta el día de hoy y en su momento, Estado Unidos se convirtió en nuestro principal mercado de exportación. “Sin un mercado estadounidense no estaríamos hablando de la especialización del café para el siglo XX”. Fue el mercado de Estados Unidos el que le permitió a Colombia una especialización agroexportadora, que le confirió al país una identidad económica nacional basada en cafés suaves sembrados bajo sombrío de la variedad Bourbon.
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Ya con el café colombiano posicionado en el mercado internacional, los pequeños y medianos productores, empiezan a agremiarse. Ya había existido un intento por crear gremios durante el Olimpo Radical, pero los principales entes políticos de la época no conciliaron con los caficultores. Sin embargo, los comerciantes urbanos vieron la necesidad durante los años 20, de agruparse para negociar con los gobiernos de turno en busca de garantías y, sobre todo, tecnificación y enseñanza de los procesos del café. “Había mucho desconocimiento de los cultivos, se estaba acostumbrado a cultivar maíz, plátano o papa. No se conocían las técnicas del cultivo de café. Fue así como los poblados se fueron consolidando en favor de la expansión de la frontera agrícola a la cordillera central” mencionó Ramírez.
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Esta expansión conlleva a la colonización antioqueña, lo que significó un avance en la producción y tecnificación del café. “La colonización antioqueña va a tener unas consecuencias positivas en términos del fisco nacional y redes de comunicación”, es esta región del país la que se encarga de liderar procesos que desencadenaron en este mismo año en la creación de La Unión Cafetera Colombiana, misma que serviría de preludio a la Federación Nacional de Cafeteros.
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La Federación nace en 1927 en Medellín, bajo la influencia de un sector de familias de pequeños y medianos productores de la región antioqueña. Según el profesor Ramírez, esta institución nace bajo un modelo mixto, con las agremiaciones de campesinos apoyadas por un Estado que haría de intermediario con gobiernos internacionales. Se planteaba cuidar al caficultor y su vida en el campo, dándole los insumos y conocimientos necesarios para tecnificar la producción de su café.
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Las grandes victorias de la Federación se evidenciaron en la siembra de las variedades típicas en las regiones cafeteras del país, pues según el primer censo realizado por el profesor Diego Monsalve en su libro “Colombia Cafetera” para el año de 1925 en Quindío, se tenían 10.764 hectáreas de café sembrado, mientras que para el año de 1932 un censo realizado por Fedecafé, registra 18.843 de las mismas, lo que significó un aumento del 25%. Ya para el año de 1959 según el censo agropecuario del DANE, las hectáreas productivas del café fueron 62.559. Un aumento progresivo en la demanda y producción habría sido el heraldo de lo que una década después sería la Bonanza Cafetera, sin embargo, este camino a la bonanza se vería truncado por conflictos que anidaron en el campo colombiano.
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La violencia histórica de Colombia copa una gran parte del sector cafetero para los años 50, época en donde el campesino sintió de lleno el conflicto. “Esa violencia tuvo como epicentro las principales regiones cafeteras, y por lo tanto generó mucho desplazamiento, en especial hacia los llanos orientales y de igual manera, hacia las principales ciudades”, menciona Ramírez. Además, recalca que hubo una región especialmente bombardeada por la violencia, siendo el norte del Tolima, en El Líbano, la que es considerada una gran zona cafetera. La violencia de esta región fue protagonizada por el movimiento Bolchevique que trataba por la época de 1929, de impartir las ideas socialistas tal y como lo había hecho en otras zonas del mundo. Todo esto generó un relevo en la tenencia de la tierra, “hay que recordar que, para aquella época, Colombia se convirtió en epicentro a nivel mundial de desplazados, hay cifras que referencian cerca de 2.000.000 de personas que huyeron para los años 50”. Los paradigmas en torno a la tenencia y desplazamiento en los campos, dejan un panorama actual en el que se puede afirmar, que la posesión de la tierra ha sido el principal motor de la violencia en Colombia.
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En 1960, con el auge de la Bonanza Cafetera cada vez más cerca, se crea el Pacto Internacional de Café. “Se buscaba con el pacto internacional, que los caficultores fueran protegidos en el mercado nacional e internacional, en cuanto a la rentabilidad de su producto”, y durante esta década hasta la bonanza de los 70´s, el caficultor se verá obligado a reemplazar la clásica variedad Borbón. Es aquí donde el mercado internacional y principalmente Estado Unidos, considerará que esta clase de café ya es antieconómico, pues los tiempos de siembra y sus cantidades ya no dan abasto ante el contexto de una empoderada Revolución Verde en marcha, que consistió en el aumento de la producción e industrialización agrícola.
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Así fue como al caficultor se le “modernizó” reemplazando sus siembras de la variedad Borbón, por la nativa brasileña Caturra, y además con cuidados químicos que aumentaban la productividad de la siembra. Consiguiendo así que, para el año de 1970, gracias a los niveles de producción y exportación, Colombia viva lo que se conoce como la bonanza cafetera.
Federados y violentados
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Bonanza y actualidad
Foto: Salomé Carvajal Vega
El Peñón - Cundinamarca
Con la bonanza en auge se tecnifican los procesos de los caficultores. Para Ramírez Bacca, este momento en específico de la historia significó la industrialización de los procesos cafeteros. La Federación apoyó este modelo de industria basado en el rendimiento económico del café, es por ello, que ofrecía créditos y ayudas económicas solamente a las fincas que reemplazaran sus variedades Borbón, por la variedad Caturra, cuyo cuidado en Colombia resultó en un gran sabor de taza para los países consumidores. Significando así el cambio de la caficultura tradicional a una tecnificada, por eso, podemos ver que en los años 80 en el Quindío, el 48% de toda la siembra corresponde a café tecnificado, y para el año de 1993, los datos que corresponden al censo cafetero por parte de la Federación arrojan un total de 80% de este.
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A estos procesos de tecnificación se suma la llegada de la roya en 1983, y en el 88 la broca, un par de plagas que vuelven improductivas las siembras, lo que, para Ramírez, volvió al café un producto poco rentable. En este período nace el proceso del zoqueo, pues al ver la poca productividad de sus siembras, se ven obligados a dividir las ramas a ciertas alturas. Esta práctica ayudaba a la mata de café a producir durante tres a cuatro años; y posterior a este lapso, se requería de nuevo de zoquear. A esto se le suma la finalización del Pacto Internacional del Café en 1989, lo que dejó desprotegidos a los caficultores ante mercados más tecnificados y monopolizados. El Quindío, que contaba en 1959 con 62.559 hectáreas sembradas, registró en el 2020 tan solo 20.023, según el DANE. En esta época, el panorama empieza a desfavorecer al caficultor y con ello, nuestra identidad cafetera.
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El panorama cafetero plantea nuevos paradigmas al pasar de los años. Entrando en esta primera mitad del siglo XXI hayamos situaciones problemáticas más relacionadas con el cambio climático, y pocas garantías de rentabilidad productiva, todo esto se desarrolla en un marco conflictivo entre el Gobierno Nacional y la Federación Nacional de Cafeteros, que se encuentran en puertas de una negociación que tiene en expectativa a todos los entes cafeteros.