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La comunión de la
Sierra Nevada y el café

Por: Steven Rafael Mier Forero

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Sentido de identidad y conexión con la Madre Tierra es aquello que más caracteriza a nuestras comunidades indígenas colombianas, es por ello que la relación entre los pueblos que habitan la Sierra y nuestro producto colombiano insignia se torna única y especial.

Foto: Salomé Carvajal Vega

El Peñón - Cundinamarca

Foto: Salomé Carvajal Vega

El Peñón - Cundinamarca

En la Región Caribe del país podemos hallar la majestuosa ‘Dama Blanca’, aquella cadena montañosa encargada de ser la unión de los departamentos del Cesar, La Guajira y el Magdalena. Son estas montañas el corazón del territorio de cuatro pueblos indígenas representativos de la historia étnica de la nación, entre los cuales se encuentra la comunidad de los Arhuacos, caracterizados por su cosmovisión única.

Esta comunidad es el hogar y orgullo de Rupertu Chaparro, un indígena que, por decisión propia, guiada por el cariño innato que tiene hacia su pueblo, trabaja como embajador de su cultura, impartiendo el pensamiento y la filosofía de los Arhuacos alrededor del país, y aunque no lo hace de manera formal o de la mano del Estado, él ve en esta actividad una misión propia de su realización como ser humano.

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Rupertu también ha estudiado economía y otras disciplinas propias de ‘los hermanos menores’ (como él y las diferentes comunidades de la Sierra catalogan al resto de la sociedad), con el fin de comprender el funcionamiento del otro lado de la humanidad. Siempre ha tenido muy claras sus intenciones con esta interrelación entre su cultura y la ajena a él, pues su objetivo radica en impartir esta forma arhuaca de vivir, y así generar una simbiosis entre esta y las demás sociedades, todo bajo el ideal de construir una mejor civilización.

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El punto de la creación de esta interrelación que ‘el hermano mayor’ plantea de la mano con otros indígenas de su pueblo, es un proyecto de índole científica que busca brindarles a los biólogos y demás profesionales ligados a las Ciencias Naturales una ventana a evaluar y ser tenida en cuenta, pues ellos ven la Ciencia Ancestral como la vía a seguir para el mejoramiento de las condiciones naturales del país. Lo que buscan con este proyecto es que la ideología de la coexistencia armónica con la naturaleza, el adaptarse a ella y no adaptarla forzosamente al hombre, pueda aportar nuevas cosas positivas a la biología.

         

“No somos una creación divina, no somos lo único ni lo más importante en el universo, si no que somos parte importante de la naturaleza, y lo que nosotros hacemos colectivamente, no es una decisión solamente humana, si no de la naturaleza”. Es así como él percibe la idiosincrasia que su pueblo maneja, y aquella que le gustaría tanto compartir con el resto del mundo, como lo hace ahora con el proyecto mencionado.

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“No somos una creación divina, no somos lo único ni lo más importante en el universo, si no que somos parte importante de la naturaleza, y lo que nosotros hacemos colectivamente, no es una decisión solamente humana, si no de la naturaleza”

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Además, es cierto que esta percepción tan única y distintiva de ver la naturaleza ha trascendido por miles de años, generación tras generación en los arhuacos, pero la visión que transmiten con respecto a su tierra, a su lugar de vivienda, la Sierra Nevada, es una síntesis entre el amor y la pertenencia tomada sobre el lugar, y el proceso biológico e intrapersonal que cada indígena tiene con respecto a este aposento. Como Arhuaco, él habla de la Sierra como la ‘Madre Tierra’, el punto de inicio de todo aquello que conocemos, y esa inherencia espiritual y terrenal que tiene él con el territorio se da gracias a una especie de paralelismo existente entre el cuerpo de aquella ‘Madre’, con el cuerpo del ser humano, en este caso, el propio Rupertu. 

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“El hecho de que el alimento que consumimos esté producido en esta tierra, hace que al consumirlo lo estemos interiorizando como una especie de código que proviene de la ‘Madre Tierra’, y va directamente a procesarse en nuestro organismo, y es la forma como informamos al cuerpo sobre qué cosas vienen y qué cosas han pasado. La memoria milenaria se transfiere de esa forma, y es así como nosotros estamos conectados. Llevar los elementos provenientes de la naturaleza en nuestro interior es una forma de llevar los códigos de la ‘Madre Tierra’ adentro, permitiendo que la montaña nos escaneé y se vea así misma, haciéndolo un proceso sagrado”, es como el Arhuaco describe esta parafernalia ligada al alimento y el producto natural de la Sierra.

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Este tipo de conexión existente entre la tierra y el ser les ha permitido a los habitantes de estas comunidades percibir situaciones más allá de lo entendido en un entorno alejado de estas creencias, pero también les ha llevado a lograr comprender qué cosas se pueden y no realizar con su materia prima, logrando ubicarla en un umbral de calidad alto y difícil de alcanzar. Es por esto que, dentro del mundo del café, las variedades cosechadas en la Sierra se perciben de forma distinta a aquellas conseguidas en otras zonas del país.

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“Acá sabemos que el café es una planta extranjera, es como un extranjero que llega a convivir con otra cultura y aprende de todas sus actitudes, costumbres y todo lo que rodea esa cultura; y cuando nosotros cosechamos y exportamos el café es como el regreso de ese extranjero a su origen llevando consigo un mensaje. En este caso, el mensaje que lleva el café es el cómo fue su producción y su proceso agrícola, como existe esa buena relación entre humanos y naturaleza, demostrando que el hombre puede lograr sus propósitos sin atentar con la Madre Tierra”. Así describe ‘el hermano mayor’ la percepción de los arhuacos frente al aclamado elixir marrón.

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Foto: Rupertu Chaparro

Obtenida vía Whatsapp

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Foto: Salomé Carvajal Vega

El Peñón - Cundinamarca

La forma cuasi poética y onírica que tiene la comunidad para relacionarse con el café denota ese amor por la naturaleza tan propio de los indígenas; y es justamente esto lo que permitió que el producto de esta región del país haya prosperado a gran escala, pues el procedimiento llevado a cabo para el cultivo y la cosecha se interrelaciona de forma directa con esa visión presentada por el arhuaco.

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La clave del inicio del procedimiento indígena del café se guía bajo el no sembrar todo el tiempo de forma desenfrenada; Rupertu afirma que, en marzo y agosto, en aquellos días de luna llena, son las únicas dos épocas destinadas a la siembra, debido a que en estos periodos del año hay crecimiento en abundancia en los suelos.

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Además, suscita la importancia de la diferenciación entre la calidad del producto y la cantidad a producir, es decir, para los indígenas de la Sierra Nevada, en específico para los arhuacos, lo esencial no gira entorno a crear monocultivos extensos, sino que, siguiendo esta idiosincrasia de la unión y la naturaleza, se prioriza la siembra de una comunidad de plantas, lo que ellos catalogan como un ‘bosque de agro-alimento’; esta relación ‘comunitaria’ de las plantas hace que entre ellas puedan ayudarse y protegerse entre sí, dejando de lado intervenciones externas con productos generados de forma artificial, como abonos, fumigación y otros procedimientos químicos. “Entender que entre plantas pueden crear comunidad y además ayudarse, hizo que adaptáramos y cambiáramos en su totalidad la agricultura de nuestra comunidad, y así hemos vivido por generaciones”, asegura bajo su ideología indígena agrícola. 

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Esta sinergia existente entre los distintos cultivos de índole alimenticio y el café cultivado en la Sierra, ha permitido que las variedades encontradas (Castillo, Colombia, Caturra, Típica, Cenicafé 1 y Tabí) hayan empezado a adquirir características sensoriales representativas, tales como: un cuerpo uniforme, de medio a alto; una acidez media; un sabor con notas achocolatadas; y una fragancia y aroma con notas dulces y anuezadas. Es gracias a estas sensaciones que el mundo ha conocido y valorado más este producto traído desde este paraíso tintado de blanco.

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Sin embargo, para Rupertu es pertinente el seguir trasladando la identidad de su pueblo a través de este producto, y lo nombra como “uno de los embajadores de la voz indígena”, pues el mensaje tras las particularidades que distinguen su producto es que como seres humanos debemos dejar de ver a la naturaleza como un simple sustento de energía y alimento, y que debemos tomar un momento para apreciar el valor como fuente de conocimiento que la ‘Madre Tierra’ es capaz de tener. 

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“La naturaleza debe tener esa voz”, es aquello que como indígena él recita con el fin de decir que la posibilidad de un desarrollo sostenible, una prosperidad ambiental y de desarrollo humano es posible, pero no tal cual está establecido en los extensos documentos que los gobiernos de turno presentan, si no siguiendo los pasos de los hermanos mayores; se hace brindándole relevancia a esa conexión que buscan tener los Arhuacos  con la naturaleza y así vivir de forma más consciente frente a nuestro actuar, “Solo así es posible cumplir nuestros sueños como seres humanos y mantener el mundo en equilibrio”, termina por concluir.

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“Cuidar la naturaleza no tiene que ser una política cara ni un privilegio de algunos ambientalistas, no tiene que ser ideal de unos Hippies o de unos indios, sino que es y debe ser de todos”, es el mensaje que nos deja el hermano mayor buscando generar repercusión en las sociedades humanas carentes de conciencia ambiental y en todos aquellos que pretenden dejar la naturaleza en el olvido, guiándolas por el camino del amor por la naturaleza. Más que una comunión entre café y Sierra Nevada, el mundo debería generar una comunión entre la humanidad y la naturaleza.   

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